martes, 24 de noviembre de 2009

El Inglés en Galicia

Como mínimo, un alumno gallego recibe clases de inglés desde primero de primaria hasta segundo de bachillerato, si decide matricularse en una carrera universitaria: doce años, aproximadamente.

En este tiempo, los escolares adquieren conocimientos gramaticales y de vocabulario que, junto con la práctica, deberían permitirles comunicarse en este idioma.

Sin embargo, la expresión oral ha sido la gran asignatura pendiente de una enseñanza obligatoria que ha visto salir de las aulas a promoción tras promoción de alumnos que aprobaban la asignatura, pero que a la vez tenían serias dificultades para mantener una conversación en inglés o se veían incapaces para ello. En consecuencia, se concede cada vez mayor importancia al aspecto comunicacional en el aprendizaje, algo que los propios alumnos demandan.

Dos grupos de sendos institutos gallegos, el Alexandre Bóveda de Vigo y el IES do Sar de Santiago, aceptaron la propuesta de este periódico de poner en práctica sus conocimientos orales del inglés.

Los alumnos, de segundo de bachillerato, se enfrentaron a dos situaciones en las que debieron desenvolverse exclusivamente en este idioma: explicar una noticia del diario y atender las demandas de información de un hipotético turista británico.

El caso del niño de Ourense

La información elegida fue el caso de Moisés, el niño de Ourense cuya tutela le ha sido retirada a los padres al entender que el sobrepeso que sufre supone un grave riesgo para su salud.

Tanto en Vigo como en Santiago, los alumnos resumen la situación: un chaval que ha sido alimentado con una dieta de comida basura pesa mucho más de lo recomendable para su edad y, por ello, la Xunta ha ordenado su ingreso en un centro de menores.

Con mayor o menor fluidez y corrección, las frases van saliendo, aunque es necesario hacer avanzar el tema con nuevas preguntas para completar el relato.

La única diferencia es que en Vigo apoyan la decisión administrativa, mientras que en Santiago las simpatías están más de parte de la familia del chico. Las preguntas relacionadas con el turismo dan más juego.

En Vigo se trata de un supuesto crucerista que solo dispone de un día para visitar la ciudad y quiere saber qué es lo que no debe perderse, además de alguna recomendación gastronómica. Alexandre recomienda acercarse a las islas Cíes, el Casco Vello -utiliza la interesante expresión «old district»- y la calle Príncipe, que traduce como Prince's Street.

A la hora de comer sugiere pescado y marisco -«fish and shellfish»- y tiene los reflejos de sugerir la compra de un paraguas cuando se le plantea que el día está demasiado lluvioso para pisar una playa. Teresa también aconseja las Cíes y aporta el dato de que son parque nacional, alaba la arquitectura del Casco Vello y entra en más detalles gastronómicos: el pulpo, en su opinión, es «very tasty [sabroso]». Alexis recomienda las ostras y Nuria propone algo más otoñal: «You can eat lacón con grelos».

Todos han citado las Cíes como una visita imprescindible, aunque sin reparar en que en noviembre ya no hay barco a las islas. En Santiago, el turista ya ha visitado la catedral, lo que fuerza a los alumnos a buscar otras recomendaciones menos obvias.

Eduardo, estando en el Sar, elige la colegiata. También introduce en la conversación una alternativa: alquilar una bicicleta para conocer las zonas rurales y así llevarse una idea diferente de la ciudad. Su compañera Ana lo complementa con un recorrido por las tiendas típicas de artesanía. En cuanto a la comida, Eduardo aconseja empanada de bacalao y caldo; para un visitante no informado, explica que este último plato es una especie de sopa, con carne y verdura.

Dudas

En términos generales, los cuatro alumnos de Vigo y los dos de Santiago que participaron en la experiencia cumplieron con su propósito fundamental: explicar a grandes rasgos la polémica en torno a un niño con grave sobrepeso y orientar al viajero que llega a su ciudad.

Es cierto que titubean y esas dudas, las propiciadas por la elección de una palabra o cómo construir una frase, interrumpen la conversación más de lo deseable. Hasta puede llegar a bloquearla, como le pasó a otra alumna de Santiago, si no se buscan caminos alternativos con sinónimos, perífrasis o incluso con gestos; un problema común a la mayoría es recurrir a la palabra española en vez de tratar de explicar el concepto por otros medios.

Los errores más comunes afectan al orden en las frases -«not time enough» en vez de «not enough time», por ejemplo-, la concordancia de pronombres -usar las formas plurales cuando el sujeto es singular- y expresiones demasiado literales, como decir «I think yes» para subrayar una afirmación, en lugar de «I think so».

En cambio, alguno de los escolares se atrevió con formas pasivas y salió airoso. La falta de práctica oral también se trasluce en pronunciaciones muy pegadas a la letra en palabras de uso corriente como «parents [padres]».

El vocabulario se ajusta a los temas de la conversación, aunque resulta llamativo que nadie recurriese a la simplicidad del término «boy» para referirse al niño ourensano.

Se trata de equivocaciones que seguramente no se cometerían en un examen por escrito, pero que propician la urgencia y la presión de la conversación, algo que se solucionaría con más prácticas orales.

Extraído de la Voz de Galicia y facilitado por Francisco F. Ferreiro. Docente de Inglés.

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