Lo narra un capítulo bíblico del Génesis: Yahveh evitó que los hombres alcanzasen el cielo con una gran torre. ¿El método? Hizo que los constructores hablasen diferentes lenguas, reinó la confusión y la empresa se vino abajo. A buen seguro, algo parecido ocurriría en el Parlamento Europeo de no ser por el sistema de traducción e interpretación que le ha llevado a ser la institución de todo el mundo con más intérpretes en plantilla, más de mil quinientas personas, o lo que es lo mismo, una tercera parte de su personal actual.
Pero no ha sido siempre así. El crisol idiomático del Parlamento europeo comenzaba tan sólo con cuatro lenguas: francés, alemán, italiano y neerlandés. Corrían los años cincuenta cuando media docena de países establecían la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA). Cuatro idiomas y sólo 12 combinaciones, por lo que la traducción no era entonces del todo complicada, pero luego llegaron más incorporaciones y, consecuentemente más variaciones, hasta llegar a las más de 380 combinaciones que pueden darse actualmente en el arco parlamentario europeo.
En 2004, casi se duplicó el número de idiomas y a excepción de Chipre, que utiliza el griego todos los nuevos miembros optaron por su propia lengua. El Parlamento empezó a hablar en checo, estonio, letón, lituano, húngaro, polaco, maltés, eslovaco y esloveno. No fue sencillo encontrar intérpretes para todas estas lenguas. A raíz de esta ampliación, la demanda de traducciones, se multiplicó por más de cinco. El 1 de enero de 2007, la familia de la UE se ampliaría todavía más, a 23 lenguas oficiales, con la adhesión de Bulgaria y Rumanía. Y es que puede decirse que cada ampliación de la Unión Europea supone a la vez un incremento en su acervo lingüístico y cultural. Para los amantes de los datos. Los gastos del multilingüismo representan alrededor de un tercio del gasto total de la eurocámara.
Los derechos de nuestros representantes europeos así lo dicen: les asiste el poder hablar, escuchar y leer en su propia lengua, lo que hace todavía más complejo el trabajo del equipo de intérpretes. Ningún otro organismo del mundo emplea tantas lenguas oficiales.
Especialistas
Para ello, hay que tener en cuenta que, además de hablar a la perfección su lengua materna, la mayoría de los intérpretes manejan además cuatro o cinco lenguas de trabajo como mínimo, e incluso más. Es esencial comprender perfectamente lo que se dice porque no pueden permitirse abrir un diccionario. Dependen de si mismos y tienen muy poco tiempo para pensar. Otra parte esencial del trabajo de los intérpretes es la lectura exhaustiva de la prensa, en diferentes idiomas, con el fin de informarse del contexto internacional.
Por ello, la Unión Europea no podrían funcionar sin una traducción e interpretación de calidad. La gran variedad de los temas tratados en los debates exige un conocimiento sólido de los traductores en distintas áreas de conocimiento que manejan los europarlamentarios.
En el contexto del rigor y del multilingüismo, la diversidad de lenguas se ha convertido en una ventaja y no en un escollo para una Unión Europea unificada, con sus aproximadamente 60 lenguas regionales o minoritarias, habladas por casi cincuenta millones de europeos.
La elevada calidad de un equipo de especialistas, casi siempre oculto, que es esencial para hacer llegar el mensaje adecuado de los representantes de casi 500 millones de ciudadanos.
Información tomada de El Corrego Gallego (06/06/2009)
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